Corot. Orfeo sacando a Eurídice del Hades. |
Es difícil mirar directamente a la luz: duele. Ponerse frente al sol sin gafas oscuras hace que se vean chispas al dejar de hacerlo. El brillo se engancha en la retina, no estamos preparados para él. Por eso existen recursos para ver de manera mediada la luz o lo que es tan poderoso como ella. Ahí tienen a Perseo, que utilizó el reflejo de su escudo para ver a la Medusa y no quedar petrificado por su mirada.
Tampoco es irrelevante cuándo se enfocan las pupilas. Cuándo están preparadas para digerir lo que ven. Y si no, que se lo pregunten a Orfeo -pobrecito Orfeo- que giró la cabeza antes de tiempo y volvió a quedarse sin su ninfa, esta vez, para siempre.
Será cuestión de esperar a que Eurídice esté totalmente cubierta por los rayos del sol para poder tragar su rostro con los ojos sin peligro de perderla. De reconocer cuándo una visión nos supera y necesitamos filtros que nos ayuden a asimilarla sin miedo a que nos deje de piedra. De paciencia y de humildad.
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