domingo, 21 de agosto de 2011

El vestido de novia

Frío. Sólo hace calor dentro de la tetera, que silba cuando el agua empieza a soltar humo, como un tren que hace apurarse a los viajeros que llegan tarde y corren por el andén, arrastrando las maletas y el sofoco. Hace tanto frío en Montevideo que dicen que podría nevar, y eso que la ciudad no se viste de novia desde 1930.


Tengo estalactitas por dedos. Los niños van por la calle tan abrigados que sólo se les ve los ojos y la punta de la nariz. Camila los llama niños terroristas. Frío y sopa tibia en el estómago. Frío en los pies y parece ser cierto eso de que con los pies fríos no se piensa bien, como canta Pereza. Sí, debe ser por eso y porque, a estas alturas, seguro que mi cerebro alberga un poquito de escarcha.