Alguien vive en Marte
Sabe de letras, de lírica y de otras muchas cosas. Y, sobre todo, le gustan. Hace tiempo, después de ir a un recital-concierto, M me dijo que a la poesía hay que ponerla en pie. Que da gusto cuando sucede.
Ayer la plaça del Comerç (Sant Andreu, Barcelona) sirvió durante unas cinco horas -¡cinco horas!- de pasarela, escenario, salón y auditorio para que paseara a sus anchas, verso a verso. Los poemas cantaron y se tumbaron en la música. Se pasearon entre las orejas sentadas en el suelo y en las sillas. Hablaron desnudos delante del micrófono.
Y se lavaron la cabeza con la tinta de una artistaza -una tal Alguien vive en Marte, que a veces se hace llamar Olivia o incluso Marta- de pelo corto. "Negro y rizado", como dice ella. Pintó el cartel que anunciaba Poesia a la plaça y la pancarta que se enganchó entre los árboles para indicar que las musas estaban ahí, de pie, en pie.
Sí, un recital puede remolonear durante toda la tarde y comerse parte de la noche a base de nutrirse de plumillas, recitadores, cantantes, trompetistas, clarinetistas, cuerdas, percusión. Porque, a Dios gracias, todavía quedan unos cuantos tarados que creen que la poesía puede bailotear y es mucho más grande cuando salta del papel al cemento.