El cine, como todas las artes, suele partir de la realidad: las historias que escribimos alguna vez las vimos, las recordamos o, simplemente, las soñamos. Pero llega un momento en que el arte se hace independiente de toda realidad; de su propio creador, incluso. Y se convierte en una burbuja al margen del espacio y del tiempo donde nunca hace falta hacer una reserva para refugiarse.
¿Dónde vas? ¿A Mongolia? Yo te sigo a Mongolia. ¿Cómo vas? ¿En bicicleta? Yo te sigo en bicicleta.
Adrian (Robert De Niro, Manuale d´amore 3)