Lo del Día de la Madre me parece absurdo en grado sumo porque todos los días del año son el Día de la Madre, debido a una sencilla razón: una madre nos da a luz cuando nacemos, pero nos da luz desde entonces. Y quien diga lo contrario miente.
Una madre nos da la vida una vez, pero nos la puede dar muchas, porque las madres tienen ciertas habilidades para resucitarnos cuando el mundo se da la voltereta. Habilidades que no sé yo si las aprenderán en las clases de preparación al parto, como la de saber muy bien dónde están las cosas en casa cuando nadie las encuentra (perdón por caer el los tópicos, pero es una verdad como un templo), o que su cerebro sea una base de datos que poco tiene que envidiar a la de la Nasa, y que incluye fechas que no aparecen marcadas en rojo en el calendario, números que no vienen en ninguna guía de teléfono y consejos que escapan a todo refranero. Por no hablar de que la tortilla de patata que hace una madre sabe mejor que cualquier manjar de restaurante de cinco tenedores.
Sea en forma de encuentro del pantalón perdido o de beso regalado sin falta de que haya una excusa para darlo, una madre consigue que cada día haya que hacerle un collar de macarrones, como hacíamos de chiquititos en el cole. “Mamá” se convierte en la palabra mágica aunque uno peine sus primeras canas.
Marta Vidán LópezArtículo publicado en la revista Calle Mayor (nº 459).
Una madre nos da la vida una vez, pero nos la puede dar muchas, porque las madres tienen ciertas habilidades para resucitarnos cuando el mundo se da la voltereta. Habilidades que no sé yo si las aprenderán en las clases de preparación al parto, como la de saber muy bien dónde están las cosas en casa cuando nadie las encuentra (perdón por caer el los tópicos, pero es una verdad como un templo), o que su cerebro sea una base de datos que poco tiene que envidiar a la de la Nasa, y que incluye fechas que no aparecen marcadas en rojo en el calendario, números que no vienen en ninguna guía de teléfono y consejos que escapan a todo refranero. Por no hablar de que la tortilla de patata que hace una madre sabe mejor que cualquier manjar de restaurante de cinco tenedores.
Sea en forma de encuentro del pantalón perdido o de beso regalado sin falta de que haya una excusa para darlo, una madre consigue que cada día haya que hacerle un collar de macarrones, como hacíamos de chiquititos en el cole. “Mamá” se convierte en la palabra mágica aunque uno peine sus primeras canas.
Marta Vidán LópezArtículo publicado en la revista Calle Mayor (nº 459).