Pobrecito. No es que fuera un inepto, ni que los bancos sean unos ladrones: se ve que había pasado mala noche y se le olvidó avisarme de que iba a cobrarme 30 euros por cada transferencia, e hice dos. No es que las cajas nos quiten nuestro dinero, es que se les olvida decirnos que tenemos que dárselo, nada más. Por eso no quemé la sucursal y me limité a decir "cabrones" en bajito, y no grité "hijos de puta".
A los españoles nos tratan como a borregos drogados y luego cambiamos de canal cuando los indignados salen en el telediario. Nos gusta recibir contenidos mucho más importantes por televisión, como Belén Esteban atiborrándose de magdalenas. Y es que pensar cuesta mucho trabajo, es incómodo darte cuenta de que tienes algo en la cabeza que te impide quedarte quieto, volver al banco y exigir que te devuelvan lo que es tuyo.
Que no nos extrañe si alguno corre la misma suerte que Luis XVI: a este paso, rodarán cabezas.