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Connolly ha estado ensayando en el Liceu durante cinco semanas antes del estreno. |
MARTA VIDÁN, Barcelona.
Es
lista, mala, elegante, soberbia y lleva tacones de diez centímetros.
Es la mujer del emperador romano Claudio y hará cualquier cosa para que su
hijo Nerone consiga el trono. Agrippina
(Händel) ha llegado al Liceu por primera vez y se queda en Barcelona
hasta el viernes 29. El director de escena David McVicar transporta
esta ópera barroca hasta nuestros días: el césar juega al golf,
Nerone esnifa cocaína, un clavecinista toca en un bar mientras la
gente baila y bebe...
La despiadada Agrippina y la mezzo-soprano Sarah Connolly (County
Durham, Inglaterra, 1963) no tienen mucho en común, aunque ya se conocían. Lo hicieron en 2007, en la English National Opera. Ha aprendido a entender y apreciar su personaje, así que decirle adiós le resultará duro. Ella también es madre, pero no dejará que su hija Lily, de diez años, le vea actuar en este montaje porque "es demasiado sexy".
La carrera de Connolly no ha sido muy convencional: estudió canto y piano, actuó a ritmo de jazz, pasó por varios coros... Pero empezó a notar que había algo que quería hacer y su primer rol importante -Charlotte, en Werther, de Massenet- llegó cuando ya había pasado los treinta. Fue sólo el primero de una larga lista de papeles.
¿Te gusta ser Agrippina?
Creo que es el mejor personaje femenino que he interpretado, un reto fantástico.
¿Porque es muy diferente a ti?
Sí, y aún así entiendo la frustración que siente y cómo su mente funciona, cómo es terrorífica hasta el final. Me gusta su naturaleza despiadada. Alguien le pregunta: "¿Qué excusas tienes?" y ella responde: "No necesito excusas". Utiliza las palabras que le dan, como un abogado, es algo muy inteligente.
¿Cuál es tu parte favorita de esta ópera?
El aria Pensieri es el mejor regalo de Agrippina. Aunque requiere movimientos rápidos y como mi voz es más lírica, me la "absorbe".
Pensieri es un aria del segundo acto de Agrippina.
¿Te quedaste contenta después del estreno?
Nunca estoy contenta con todo. Lo estoy si canto correctamente y siento que la energía es buena, y lo noté bastante en el estreno. En la segunda función hubo un par de arias donde estaba baja de energía: estaba cansada porque había estado cantando a diario la semana anterior, con sólo un día libre. Creo que habría necesitado dos, así que al principio del espectáculo no estaba al cien por cien, pero soy la única que se da cuenta de estas cosas. De todos modos, la representación fue a mejor y estábamos más tranquilos que en la primera.
Al principio de tu carrera te ponías nerviosa ante el público.
Porque no sabía lo que estaba diciendo. Ahora, cuando imparto master classes, insisto en la importancia que esto tiene: cuando cantas debes identificarte con el significado para hacerlo tuyo. ¿Por qué canto Pensieri? ¿Qué es Pensieri? No son simplemente palabras de Händel, tengo que pensar qué son para mí, Sarah, cómo me hacen sentir, cómo respondo físicamente al texto... Y cuando lo sabes -algunos dicen que es un truco, yo simplemente lo llamo musicalidad-, ya no te preocupa por qué estás cantando, simplemente lo haces.
¿Cómo es trabajar con David McVicar?
Increíble, es inspirador. Como yo, necesita saber el porqué de las cosas; y es brillante demostrando algo: puede interpretar a todos los personajes. Hay aspectos que no entiendo sobre Agrippina, por ejemplo, en el momento en que tengo que bailar como si estuviera nadando, o cuando es muy agresiva. McVicar me enseñó cómo llegar a ser ella y me dio trucos como "Que no te importe lo que piensa el público; en parte, si les desagradas, es bueno".
Pero Agrippina es también muy atractiva.
Era despiadada y Händel la hizo atractiva. Era horrible, así que para hacerla real tiene que haber profundidad. No puedes ser superficialmente divertida y hacer el tonto. Representar una comedia es algo muy serio, tienes que entender a la persona e identificarte con ella, preguntarte a ti misma: "¿Quién es y por qué está haciendo esto? ¿Podría hacerlo yo?".
¿Y al representar un papel masculino?
No interpreto el género, interpreto a la persona. En el caso de Octavio [El caballero de la rosa, Strauss] soy un aristócrata de dieciocho años con una vida secreta. Dejo que mi cuerpo vaya a través de la experiencia que extraigo del personaje, pero no me obligo a moverme como un hombre, simplemente viene de lo que tengo dentro de la cabeza. Las cantantes jóvenes cometen un gran error cuando intentan ser hombres, fracasan porque caminan de forma estúpida y con los hombros rígidos.
Connolly como Octavio en El caballero de la rosa.
Hay que fijarse en el sentido de la gravedad. Recae en las caderas, así que cuando haces de tío tiendes a controlar cómo andas desde las piernas, que se vuelven más pesadas, por lo que la parte superior del cuerpo queda más suelta y debes mantener los hombros hacia atrás. Esta es la única diferencia. A veces, cuando Agrippina es agresiva, tengo que prestar atención para dar pasos pequeños de mujer, no pasos grandes de hombre. Con estos estúpidos zapatos hay que tener cuidado [se ríe].
Tacones de diez centímetros. ¿Los llevas tan altos normalmente?
No, sólo en alguna fiesta o concierto, suelo llevar botas. Tengo que tener cuidado de no caerme en el escenario porque está totalmente oscuro, la iluminación lateral es muy fuerte y no se ven los escalones. Se me hace duro en las piernas y las caderas y me duele la parte baja de la espalda después de llevar ese calzado durante seis horas, así que hago estiramientos y voy al gimnasio.
¿Qué más haces en tu tiempo libre?
Cuando estoy en casa salgo de paseo, el ejercicio es muy importante para mantener el cerebro en funcionamiento. Tenemos un nuevo perro y vivimos en el campo, en Cotswolds [al suroeste de Inglaterra]. Es una zona de colinas preciosas.
¿Puedes ir a menudo?
Estoy en casa la mayoría del tiempo. Sólo hago una ópera al año en el extranjero porque es injusto estar lejos de mi hija, Lily, requiere casi ocho semanas.
¿Ella canta o toca algún instrumento?
No, nada. Compramos unas casas a buen precio y él las restaura, construye, y cuida a mi hija cuando yo no estoy. Pero le gusta el reggae y el folk, solíamos ir juntos a festivales cuando éramos más jóvenes.
También solías cantar y tocar jazz.
Ahora sólo lo hago por diversión, para relajarme, no quiero seguir haciéndolo en público. Es genial sentarse en el piano, sigue siendo mi instrumento principal, una gran parte de mí, pero ahora es sólo un hobbie.
Tu carrera como cantante de ópera arrancó un poco tarde.
Sí, no sabía lo que quería hacer. Estuve en muchos coros -Monteverdi, The Sixteen...- y no sabía si quería ser solista. Pero me aburrí de estar en un coro, veía a mis colegas cantar solos y pensé: "Quiero probarlo". Y lo hice y me puse nerviosa (a todo el mundo le pasa). Creo que es lo que retrasó mi comienzo, que no estaba segura de si era lo mío.
Empecé a hacer ópera con compañías semiprofesionales y me di cuenta de que me encantaba estar sobre el escenario. No me preocupaba cantar, especialmente lo contemporáneo. Me ponía menos nerviosa, así que me pasé un tiempo a la música moderna y me ayudó a estar más cómoda.
En 1995, a los 32, hice de Charlotte en Werther (Massenet), con la English Touring Opera, y fue maravilloso. Asustaba, aunque lo disfruté y pensé: "Es una buena posición, sigue adelante" y conseguí trabajo, la gente fue a verlo... Fue un comienzo lento que tuvo que ver conmigo, no tenía mucha seguridad en mí misma y en este mundo necesitas pensar que eres la mejor. Todavía no lo creo, sé que no es cierto. Reconozco que tengo algo que decir, pero nunca me elevaría a mi misma ni me compararía con nadie.
La mezzosoprano ya está estudiando su próximo trabajo, Fantasio, de Offenbach. |
Fue Charlotte quien te dio oportunidades.
Sí, después hice Orfeo y L´incoronazione di Poppea, de Monteverdi; Xerxes, Ariodante y Alcina, de Händel; El rapto de Lucrecia, de Britten, que acaba de salir en DVD...y también ópera contemporánea. Es una mezcla, pero es muy importante tener un poco de todo: cuando te enfrentas a un papel, diseccionas el poema con mucho detalle porque tienes que presentar un mini-drama en cada lied, en cada canción. Piezas de Schumann como Frauenliebe
und –leben o Maria Stuart son mini-óperas, y si puedes hacerlas con gran detalle, podrás transportarlo al escenario de la ópera.
Además, algo está cambiando en los últimos veinte años con la música de Händel: los directores están dejando a los cantantes ser mucho más libres. Algunos como Harry Bicket [director musical de Agrippina] esperan que traigamos nuestros propios adornos y tengamos conocimientos.
Esto no solía gustar antes. Por ejemplo, a Charles Mckerras, un director muy famoso de Händel que revivió el movimiento del compositor en Inglaterra: me enfrenté a él unas cuantas veces y acabamos teniendo una gran discusión. La mayoría de la gente no se atrevía a contradecirle, era un icono, pero yo tuve que hacerlo porque me volvía loca. Fueron este tipo de cosas las que me hicieron más fuerte, me di cuenta de que tenía algo que decir, que su negativa no significaba el final de la historia.
Esto no solía gustar antes. Por ejemplo, a Charles Mckerras, un director muy famoso de Händel que revivió el movimiento del compositor en Inglaterra: me enfrenté a él unas cuantas veces y acabamos teniendo una gran discusión. La mayoría de la gente no se atrevía a contradecirle, era un icono, pero yo tuve que hacerlo porque me volvía loca. Fueron este tipo de cosas las que me hicieron más fuerte, me di cuenta de que tenía algo que decir, que su negativa no significaba el final de la historia.
Trabajar con Philip Herbeck en los noventa me ayudó a entender la retórica barroca, el estilo, y cómo actuar. Así que cuando Mckerras me dijo: "No preguntes y haz lo que yo digo", tuve que responderle: "Lo siento, no trabajo así, tengo que entender lo que quieres". De todas maneras, acabamos siendo amigos, me aseguré de ello: ¡le hice galletas!
No todo es fácil para un cantante. ¿Cuál es la parte más dura de tu profesión?
Llegar a todo y tener una familia. No tengo tiempo libre, siempre estoy aprendiendo el siguiente papel. Y cuando tienes una reputación no puedes fallar, simplemente porque se espera que no lo hagas. Es maravilloso estar trabajando, tengo mucha suerte, pero tengo que tener cuidado de no hacer demasiado y que mi hija pueda verme.
¿Te ha visto sobre el escenario?
Sí, pero no en Agrippina porque es demasiado sexy. Le encantó L´incoronazione di Poppea y le pareció que el contratenor Dominique Visse estaba fantástico de mujer, en el papel de Nutrice. También le encanta Julio Cesare en DVD y Danielle de Niese. Conoce a gente, asiste a ensayos, pero no puede venir a algo como Agrippina o a un montaje de Calixto Bieito [ríe].
¿Y cuál es la mejor parte de este oficio?
Trabajar con colegas geniales, como Daniel Fuster, el oboísta: siempre improvisamos en Pensieri, los adornos son diferentes cada noche. Me aseguro de que lo sean y él tiene que copiarme. Este es el mayor regalo: un músico al que le encanta hacer música, tanto como a Harry Bicket o a la maravillosa orquesta del Liceu. Todo el mundo en este reparto es muy generoso: Malena Ernman (Nerone), Danielle de Niese (Poppea),
Franz-Josef Selig (Claudio), Dominique Visse (Narciso)...
¿Aprendes de ellos?
Sí, mi personaje y mis reacciones se definen por ellos, me dan algo más que hacer y eso es muy bueno al actuar porque me hacen pensar. Este es el lujo de trabajar con compañeros magníficos, que lo hacen todo más enérgico.
¿Hacéis planes juntos?
Es difícil porque he estado muy ocupada. Otras veces he visitado todos los museos y he hecho todo el turismo de Barcelona, me gusta la playa. Pero esta vez sólo he tenido un día libre y simplemente he estado metiendo en mi cabeza todos los detalles de la obra.
¿Incluso al salir de los ensayos?
Cuando llego a mi apartamento a las nueve de la noche sigo aprendiendo la letra, siempre me dedico a perfeccionar los errores que he cometido durante el día. Me siento con una taza de té, un lápiz y la partitura a corregirlos durante una hora, luego me ducho y me voy a la cama. No puedo salir y emborracharme (¡Agrippina lo haría!). La máxima cantidad de alcohol que me permitiría beber son dos copas, una si faltan sólo dos días para actuar, porque seca la garganta y luego estás cansada. Ser cantante de ópera es aburrido, sólo he visto un par de películas recientemente. La última fue Gravity. También disfruto la comida, me encantan las tapas.
Vas dando un paseo. ¿Sigue sonando Agrippina en tu cabeza?
El otro día Harry Bicket me estaba enseñando algo por la calle, pero yo no lo veía porque estaba cantando mentalmente. Me concentro en mi trabajo casi sin ser consciente. Y lo realmente duro será dejar Agrippina el viernes y tener que cambiar a Fantasio, de Offenbach, en Londres. Simplemente me voy, será como un divorcio, es horrible. Me pongo bastante triste porque dejo esta valiosa caracterización perderse en la niebla, desvaneciéndose como un barco que se va sin mí. Es una creación personal, como si una parte de mí
Seguro que te vuelves a encontrar con Agrippina.
¡Eso espero!