Ayer, 3 de mayo, fue el
Día Mundial de la Libertad de Prensa. Esta publicación lleva un día de retraso de forma intencionada. El motivo es el siguiente: Internet y las nuevas tecnologías digitales de información permiten la primicia instantánea, que los hechos se conozcan al segundo en cualquier parte del mundo, pero no puede dejarse de lado el trabajo posterior: el
análisis y la
reflexión pausada.
Los avances que acompañan al desarrollo de la Red podrían tomarse como algo que incrementa la libertad de prensa, pues ahora, salvo en países como China, donde Google ha sido censurado hasta marzo de 2010, cualquiera tiene voz y mil orejas que le escuchen; y los periodistas no son una excepción.
Julio Carrión. Free!
Sin embargo, parece que el periodismo está dejando de lado una de sus principales tareas: la reflexión y la interpretación. Mi amiga y colega
Marta Mojonero, estudiante de 3º de Periodismo, cuenta en su perfil de Twitter:
"Periodismo, con ansia de historias. Necesito tiempo para saborear lo que percibo, prefiero el relato que la primicia". Entiendo su anhelo: pasados los primeros minutos, de poco sirve la noticia si no está convenientemente contextualizada, explicada. Eso es (o debería ser) lo que distinga al (buen) periodista del resto de usuarios que comparten noticias en la Web.
Cau Gómez. The Aim Is True
La reflexión necesita su tiempo. Pero no es incompatible con la primicia, se puede dar una noticia al minuto y ampliarla adecuadamente después. Además, esto contribuye no sólo a la libertad de prensa, por la oportunidad de aportar más datos y más profundos, sino a la del ciudadano: disponer de más conocimientos le ayuda a hacerse cargo de los hechos plenamente y a pensar y obrar en consecuencia.