Marta Vidán o Tuki. En el quinto anillo de Saturno. En Twitter, @martavidanlo.
Observante, escribiente y fotera; cantamañanas y melómana. Viajo con y sin billete. Me gusta decir 'sobremanera'.
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Buenos Aires es inmensa, ruidosa y variopinta. El boleto del colectivo es barato. Las librerías se agolpan en las esquinas.
Los turistas pasean sus cámaras por San Telmo, donde algunos avispados pasan el sombrero por sus actuaciones de tango.
En Corrientes, el Gran Rex observa imponente la gran avenida. Sabina le rindió homenaje en Dieguitos y Mafaldas y se acordaba del "pibe que le prohibe a mi (su) ex ir a verme (verle) al Gran Rex".
En el centro también hay espacio para que los coches pasen, piten y se pierdan por la carretera.
Hay, cómo no, espacio en Caminito para la poesía.
En Buenos Aires hay, además, espacio para que las paredes hablen y se rían.
Por eso más de uno le ha cantado al gigante argentino:
"Monet consiguió todo cuanto se había propuesto. Se retenían trenes a petición suya, se cerraban andenes y se cargaban las locomotoras de carbón para que escupieran tanto vapor como Monet quería".
"La estación de Saint-Lazare. Llegada de un tren" (1877)
El parisino le echó morro y se propuso pintar la estación que le fascinaba, la de Saint-Lazare. Para ello, y dado que no tenía un duro, el pintor Caillebotte tuvo que pagarle el alquiler de un estudio vecino a la estación, en la Rue Moncey.
También quiso inmortalizar los puentes por los que pasaba el tren.
"Puente de ferrocarril, Argenteuil" (1873)
Quién sabe si alguno de ellos estaba cerca de donde Oliveira, el álter ego de Cortázar, y la Maga subían a rendir homenaje a los paraguas muertos:
" [...] nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allí lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkyria".
Cuando el arte sale a la calle, el paseante se convierte en espectador sin tener conciencia de serlo. Si el arte se convierte en lo cotidiano, se integra en las paredes y no necesita lienzo. Porque el arte es eso, lo que no se pretende que sea arte y llega a serlo por sí mismo.
El e-mail, el sms, el comentario, el privado y el whatsapp están muy bien para lo práctico, lo cotidiano: "Llego en cinco minutos", "Te espero fuera", "¿Nos vemos esta semana?". Son útiles y puede decirse que, a estas alturas, necesarios. Pero no sustituyen al contacto de toda la vida: la tinta y el papel son más lentos, pero más ricos.
No es lo mismo recibir un correo electrónico que una postal: al ordenador no te llega su letra, no recibes algo que la otra persona tuvo en las manos, tocó, dobló con mimo y llevó al buzón de correos con una emoción casi infantil.
Que no se pierda la costumbre de meter los besos y los abrazos en sobres. Que el sms no termine con el sello.
Ella es Reyes Calderón, autora de La venganza del asesino par. Ella no dice "no tengo tiempo", sino que "el tiempo se estira". Con nueve hijos y siete novelas, es, además, decana de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra. En la siguiente entrevista, te cuenta cómo "estira el tiempo" para "vaciar su cabeza":